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Browsing by Author "Ponce y Cier, Leonidas M."

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    El realismo en el arte y principalmente en la novela
    (Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1892) Ponce y Cier, Leonidas M.
    Sostiene que el realismo exagerado es para el arte lo que el positivismo inconsulto para la filosofía: el rechazo del espíritu, la incomunicación del alma, la preponderancia de los sentidos, el divorcio entre la idea y la materia. El hombre no es solo alma: posee también un cuerpo y ambos tienen derecho a nuestra atención. Considera que ambos son elementos que para su recíproco provecho deben ligarse con lazos indisolubles. Si se prefiere lo subjetivo, y se olvida la realidad se inaugura una serie no interrumpida de locuras, quimeras y contradicciones. Los que dan más importancia al elemento material ofrecen cuadros afrodisíacos, pinturas, obscenas, personajes libidinosos a los que falta la noción de bien a la vez que la racionalidad. Los que tal hacen, los realistas de la escuela de Zola, ocasionan estragos y conmociones de carácter más grave que los producidos por los románticos de Víctor Hugo o de Lamartine, idólatras de la idea.
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    ¿En al arte cabe lo feo?
    (Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1894) Ponce y Cier, Leonidas M.
    El principio metafísico de razón suficiente, que explica y funda las existencias sensibles y materiales, justifica y hace posibles las más elevadas manifestaciones de la actividad humana. Y esto es rigurosamente lógico, pues, si lo condicional, lo relativo y lo contingente tienen su razón de existir, también la tienen lo necesario, lo absoluto y lo incondicionado, y por consiguiente la Ciencia, la Religión y el Arte. Si Rousseau y D’Alembert juzgaron inútil la existencia de la Historia; Kant, Hegel y los mas grandes pensadores han hecho la apoteosis y el elogio de las artes. El arte vive, y vivirá mientras el espíritu humano no se encuentre satisfecho tan sólo con la virtualidad del ideal, anhele su realización completa; mientras al hombre atormenten esos deseos de felicidad, de calma, de dicha que no puede lograr en este mundo, que le aprisiona con los lazos de la materia, que le tortura con los desengaños de la realidad, que le hace sufrir con el espectáculo de la variación incesante, de la virtud escarnecida y de la inocencia hollada. Estos anhelos ardientes y siempre vivos de bienestar y de mejora, estas aspiraciones constantes á fijar eternamente el ideal sólo pueden satisfacerse, sólo pueden colmarse mediante las obras de arte. El artista que es honrado, y no quiere poner su talento al servicio de intereses rastreros, saca de su propio fondo esa belleza, esa perfección, ese ideal que persigue y no encuentra en el exterior, y lo realiza en una unidad viviente y ordenada, que conserva fija y perennemente los encantos que si proporciona el mundo visible es con una duración fugaz y transitoria. Las bellezas que él nos ofrece y los halagos con que nos brinda, atraen y seducen a nuestro espíritu, es cierto; pero pasada la admiración súbita que nos causan, la reflexión no puede volver sobre ellos para hacer mas duraderas las gratas emociones que hemos experimentado; porque se disipan, borran y desaparecen con la prontitud y rapidez, con que las ondas sonoras se pierden y se confunden en las vibraciones incesantes del eter. Hay en la vida real actos de heroísmo, rasgos de abnegación, sacrificio y desinterés; más todo esto, que constituye el bello patrimonio de la humanidad se desvanece, cuando el hombre muere, y cuando con su muerte se olvidan sus acciones. Véase, pues, como solo el arte puede satisfacer esa necesidad del ideal que sentimos; como solo él, puede fijar lo que en el mundo visible ni se detiene, ni se paraliza; como solo el puede restablecer ese acuerdo que la razón concibe entre las ideas y las existencias; como, en fin, á el solo es dado proporcionar consuelo y descanso á nuestro espíritu en medio de las tormentosas agitaciones de la lucha diaria.

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